Dicen que del amor al odio no hay más
que un paso (y viceversa), y es muy posible que ese primer paso sea el que
necesitas dar para transformar tu rechazo en algo positivo Si el solo hecho de
pensar en el gimnasio te causa un dolor de cabeza, sigue leyendo este artículo
y descubre cómo hacer para cambiar de idea y de estilo de vida.
Admítelo. A pesar de que has leído y
escuchado cientos de veces todas las ventajas que brinda la actividad física,
aun así sigues odiando hacer ejercicio y no toleras la idea de ir al gimnasio
ni siquiera una vez por semana. Claro que te gustaría estar en forma, pero la
tentación de permanecer cómoda(o) en casa o salir a comer con amigos es mucho
mayor… ¿Qué puedes hacer? Considera los
siguientes consejos:
1.
Regla número uno: recuerda que
nada es imposible y que el cambio depende de ti. Lo primero que debes hacer es
creer que sí puedes cambiar esa sensación de rechazo frente al ejercicio. Nada
sucederá si no cambias primero tu actitud. Luego, hay varias claves que pueden
ayudarte a establecer una rutina de ejercicios que sí puedas mantener.
2.
Analiza las razones que te hacen
rechazar el ejercicio: ¿te da vergüenza como luce tu cuerpo, no te gusta
transpirar frente a los demás, no tienes tiempo, te falta la ropa apropiada,
necesitas un compañero de rutina, te resulta muy costoso tener acceso a un
gimnasio o sientes que en experiencias anteriores no has visto demasiados
resultados luego de tu esfuerzo? Estos son algunos de los factores que suelen
quitarle la motivación a las personas y hacen que seleccionen la vida
sedentaria “por eliminación” o, simplemente, porque no es fácil ir en contra
del ritmo de vida que llevamos. Una vez que identifiques las razones que te
mantienen pegado(a) al sofá, será mucho más fácil combatirlas.
3.
Busca la fuerza en la motivación:
sentirte con más energías, combatir el sobrepeso, lucir más juvenil. Para
mantenerla viva es muy importante que no te aburras haciendo ejercicio. Prueba
distintos tipos de ejercicio, incluso un deporte que nunca has practicado,
hasta que encuentres el que te motive y te proporcione más bienestar y alegría.
4.
El gimnasio no es el único lugar
donde puedes poner tu cuerpo en movimiento. También puedes tomar clases de
danza, salir a caminar o a correr con amigos, andar en bicicleta por tu barrio
o ¿porque no?, hacer ejercicios más pausados como los de yoga o Pilates (dos
buenas opciones si no te gusta sudar demasiado).
5.
Otra excusa muy común para
posponer los ejercicios es la escasez de tiempo. Si ese es tu problema, elige
el momento del día más apropiado para ejercitarte. Algunos especialistas
consideran que es mejor por la mañana, antes de comenzar con el resto de las
actividades, pero hay personas que prefieren hacerlo por la tarde o al
anochecer, luego de un arduo día de trabajo y cuando ya comienza a bajar el
sol.
6.
No te dejes sabotear por la idea
errónea de “o todo o nada”. Si un día no puedes hacer ejercicio todo el tiempo
que tenías planeado (digamos una hora), no hay razón para descorazonarte. Puedes hacer ejercicio en media hora y hasta
cortarlo en recreos de 10 o 15 minutos por vez, que bien puedes intercalar con
otras actividades, ya sea en casa o en el trabajo. Lo importante es perseverar.
7.
Busca alternativas. Puedes
aprovechar cada momento de la vida cotidiana para moverte más: subir por las
escaleras en vez de tomar el ascensor, caminar a lugares cercanos en lugar de
ir en auto, y hasta dedicarte a la jardinería pueden ser de gran ayuda.
8.
Si el problema es económico,
recuerda que el gimnasio no es la única alternativa ni tienes que tomar clases
que se salgan de tu presupuesto necesariamente. En cambio, puedes buscar
actividades en grupo en tu barrio o aprovechar los momentos de la vida
cotidiana que te mencionábamos antes. Incluso puedes seguir un video de
ejercicios en la tranquilidad y privacidad de tu propio hogar. No son caros y
viene en todos los niveles (desde principiante hasta avanzado), y en tantas
variedades que seguramente encontrarás uno que se ajuste a tus gustos y
necesidades.
9.
Y si lo que necesitas es compañía,
busca un amigo o familiar que te acompañe. Incluso, puedes llevar a tus hijos y
mientras ellos hacen algún deporte que les guste, tú puedes aprovechar para
hacer lo tuyo. Por ejemplo: si ellos van a natación, puedes caminar o trotar
alrededor de la pileta, lo mismo si van a jugar al futbol. Otra buena idea es
ir juntos a jugar al parque, algo que además los ayudará a estar más unidos.
1- Por último, recuerda ser paciente. Los resultados no se ven de un día para
otro, pero si eres constante, en el momento menos pensado te sorprenderás tu
mismo(a). Y mientras tanto, por supuesto, no dejes de premiarte por tu esfuerzo
y por tus logros.
Fuente: Vida y Salud
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