El
cuerpo nos envía señales cuando estamos enfermos o adoloridos. Debemos aprender
a interpretarlas para saber cuándo darle un descanso para que se recupere. A
continuación encontrarás algunas claves que pueden orientarte la próxima vez
que te sientas mal y no sepas si debes ir al gimnasio o quedarte en casa
haciendo reposo.
Hacer
ejercicio regularmente tiene muchos beneficios para tu salud, por ejemplo, es
bueno para el corazón, la memoria, el fortalecimiento de músculos y los huesos,
la reducción del estrés y la ansiedad y hasta mejora tu sistema inmunológico
(de defensas), lo que disminuye tu riesgo de que contraigas enfermedades como
la gripe y el resfriado.
Pero
¿qué ocurre cuando un virus entra en tu cuerpo y te enfermas? Sandra no quería
perderse un maratón benéfico que tanto había esperado y decidió correr a pesar
de que tenía un dolor de garganta y una fiebre baja. El resultado: al día
siguiente su malestar era aún peor y tuvo que quedarse en cama más tiempo del
que tenía previsto.
Martin,
en cambio, estaba tan preocupado por marcar sus abdominales antes de sus
vacaciones, que tampoco le hizo caso a esa congestión en el pecho que lo tenía
tan mal.
¿Qué le ocurrió? Durante su entrenamiento le dio un ataque de tos tan
fuerte que tuvo que abandonarlo a la mitad y se fue directo al médico. Además,
unos días después se enteró que su compañero de rutina había empezado a sentir
el mismo malestar que él tenía unos días atrás, cuando fue al gimnasio sin
escuchar las señales que le enviaba su cuerpo.
Entonces,
¿qué es más conveniente cuando nos enfermamos? ¿Cómo puedes saber cuándo hay
que dejar de hacer ejercicios para reponerte? La clave está en aprender a
reconocer las señales que te envía tu cuerpo y respetarlas.
Cuando
tus síntomas son ligeros y te sientes bien ejercitando, continúa. Pero si te
sientes mal a medida que practicas la actividad física, baja el ritmo o simplemente
para y vete a descansar. Además, piensa que si tus síntomas son fuertes y no
tienes ni ánimo de levantarte para ir a la escuela o el trabajo, menos ánimo
vas a tener para salir a trotar o a montar bicicleta. En ese caso tu cuerpo te
está pidiendo reposo y una buena alimentación para recuperar las energías.
Por
ejemplo, no hay problema si haces ejercicio cuando tus síntomas son leves y
tolerables como: un dolor de garganta leve, estornudos y nariz que gotea o está
congestionada y los síntomas son ligeros y no hay fiebre. En cambio, no es
conveniente que hagas ejercicio cuando tus síntomas son más fuertes e incluyen:
congestión de pecho, tos, malestar estomacal, dolor de músculos, fatiga y
fiebre. Especialmente, nadie con fiebre debe de ejercitarse. Si lo haces -como Sandra-, corres el riesgo
de deshidratarte.
Otro
dato que debes tener en cuenta es que los virus y los lugares cerrados no son
buenos aliados. Por eso, si vas al gimnasio y tienes un virus o una infección,
puedes transmitírsela fácilmente a tus
compañeros (esto también puede ocurrir en tu oficina o lugar de trabajo, por
eso también es importante que te tomes los días necesarios para recuperarte).
En
estos casos, la recomendación es que, a medida que te vayas sintiendo mejor,
comiences poco a poco a practicar alguna actividad suave al aire libre, como
caminar o andar en bicicleta. De ese modo no le estarás exigiendo más a tu
cuerpo de lo que deberías, ni poniendo en riesgo a tus compañeros. Y si el
clima no te permite hacer ejercicio al aire libre, puedes hacerlo en casa, aun
sin equipos especiales: puedes subir y bajar escaleras, trotar en el sitio o
hacer abdominales y flexiones.
Otra
situación importante en la cual debes aprender a escuchar e interpretar las
señales que te envía tu cuerpo es frente al dolor, sobre todo cuando recién
comienzas una nueva actividad física o cuando cambias tu rutina.
Muchas
veces, los dolores son propios del ejercicio y se van así como vinieron. Es lo que se conoce como “dolor sano”. Por el contrario, hay veces en que el dolor
indica que tienes una lesión que hasta puede necesitar el tratamiento adecuado
para sanar.
En
el primer caso, las molestias no aparecen mientras haces el ejercicio sino uno
o dos días después, y si comienzas a hacer ejercicio cuando tienes “dolor
sano”, éste desaparecerá luego de 10 o 15 minutos de ejercitar. Por otro lado,
si el dolor continúa y hasta empeora mientras haces ejercicio, es importante
que lo suspendas ya que posiblemente se trate de una lesión, que incluso puede
estar acompañada de inflamación (hinchazón) y enrojecimiento de la piel.
Del
mismo modo, el dolor en las articulaciones rara vez tiene que ver con los
músculos. Es importante que consultes a un médico si te duelen las rodillas,
los tobillos, las muñecas o los codos. Y si sientes entumecimiento u hormigueo
en alguna parte, tampoco lo dejes pasar, ya que ese tipo de sensaciones suelen
estar relacionadas con una compresión de los nervios, lo cual indica que
podrías tener una lesión.
Préstale
atención a tu cuerpo. Si aprendes a distinguir las señales que te envía podrás
detenerte cuando sea necesario y atender cualquier lesión rápidamente para
poder regresar lo antes posible a tu rutina de ejercicios y mantener el estilo
de vida sano que has elegido.
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