¿Estás segura de que sabes distinguir un buen alimento de
otro que no es tan saludable? A veces pensamos que algo es sano simplemente por
costumbre o prejuicio. Otras veces, nos dejamos llevar por los colores y el
aspecto de las etiquetas, que pueden ser engañosas. Sigue leyendo y descubre
ocho consejos para distinguir entre alimentos más y menos saludables.
¿Cómo puedes saber qué es saludable y qué no lo es? Antes que
nada, recuerda que hay distintos tipos de nutrientes que tu cuerpo necesita
para poder desarrollarse y mantenerse sano, que provienen de cinco grupos de
alimentos principales: los lácteos; los que nos proporcionan proteínas: las
carnes huevos y pescados, frijoles o habichuelas, etc.; las frutas; los
vegetales y los cereales. Las grasas no son un grupo alimenticios pero
proporcionan nutrientes esenciales.
Todos son necesarios dentro de la dieta pero en cantidades
apropiadas. Por ejemplo, las recomendaciones del Departamento de Agricultura de
Los Estados Unidos sugieren que en tu plato predominen las frutas y las
verduras. Entre los principales nutrientes que debes evitar se encuentran
ciertos tipos de grasas, como las grasas trans que se encuentran en algunos
productos como las galletas, los pasteles; la sal o sodio y los alimentos y
bebidas azucaradas.
En general, puedes obtener todos los nutrientes que necesitas
de los alimentos. Y si de opciones saludables se trata, siempre es mejor que
elijas productos naturales en vez de productos procesados, como frutas y
vegetales frescos, carne magra o pollo de granja (son más nutritivos y
contienen menos sustancias químicas agregadas que, por ejemplo, los productos
envasados y las hamburguesas que ya vienen listas para preparar).
Ahora bien, si el ritmo de vida y las obligaciones cotidianas
no te dejan demasiado tiempo para cocinar, y te resulta más sencillo comprar
productos elaborados que puedas preparar rápidamente y sin complicaciones, o
comida preparada, no hay problema, siempre es posible seleccionar alternativas
más saludables.
Entonces sí, toma nota de estos consejos para que puedas
distinguir y elegir la opción que sea más saludable y, a la vez, no sacrifiques
el sabor:
1. Presta atención al número de calorías por porción en el paquete
del producto que estás por comprar y cuántas de ellas provienen de las grasas.
Entre menos calorías provengan de las grasas, más sano es el alimento. Ten en
cuenta que en una dieta de 2,000 calorías diarias, se recomienda consumir menos
de 65 gramos de grasa.
2. Fíjate en el tipo de grasa que contiene el producto y
evita las grasas trans y las saturadas. La Asociación Americana del Corazón
recomienda consumir menos de 2 gramos de grasas tras por día, en una dieta de
2,000 calorías.
3. Evita el exceso de colesterol y sodio (sal). Recuerda que
en una dieta de 2,000 calorías, deberías consumir menos de 300 miligramos de
colesterol y menos de 2,400 mg de sodio (¡eso es el equivalente a una
cucharadita de sal!).
4. Corrobora que, en lo posible, el producto que elijas tenga
fibra, vitaminas, calcio y hierro. Para que una comida sea rica en estos
nutrientes debe proporcionar al menos el 20 por ciento de los valores diarios
recomendados. Claro que no es necesario que tenga todos los nutrientes, en
general, los alimentos tienen uno o dos predominantes. Por eso es importante
que tu dieta sea variada.
5. Busca si el producto que quieres contiene azúcar agregada
o no. En verdad, si el alimento tiene azúcar de manera natural, no figura en la
etiqueta. Si tiene azúcar agregada puede aparecer nombrada con distintas
nombres. Toma nota y recuérdalas: azúcar, jarabe de maíz de alto contenido de
fructosa (high-fructose corn syrup), jarabe de maíz (corn syrup), maltosa
(maltose), dextrosa (dextrose), sacarosa (sucrose), miel (honey), jarabe de
arce (maple syrup) y jugo de fruta concentrada (fruit juice concentrate).
6. Lee el orden en que aparecen los ingredientes en la
etiqueta del producto, eso indica cuánto contiene. Es decir, el primero que
aparece es el más abundante, el segundo el que le sigue, el tercer un poco
menos y así sucesivamente. Si entre los primeros figuran azúcar, sal o grasa,
mejor elige otra cosa.
7. Si compras productos orgánicos, aprende a leer las
etiquetas de estos, pues en ellas también puede haber engaños.
8. Cuando pidas comida preparada, presta atención al tipo de
cocción que tengan. Son mejores las horneadas o las asadas. Por el contrario,
evita los alimentos fritos.
Ahora sí estás listo(a) para hacer tu próxima compra. Sigue
nuestras recomendaciones para que a partir de ahora puedas llenar la alacena
con alimentos y productos que sean mejores y más saludables.
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